Te perdí en Helsinki

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Así quiso el destino que la descubriera: en la distancia, escondida tras el anonimato de los desconocidos. No se trató de un flechazo, yo ya la conocía; hacía años que la había descubierto en mis sueños. Infinitas fueron las noches en que la amé en la soledad de mi dormitorio teniendo a Morfeo como único testigo de mi debilidad.
Por eso, cuando descubrí la realidad de sus ojos diminutos tras el cristal de una copa de vino rosado rendí mi corazón al destino. Por fin nos habíamos encontrado; ya no serían necesarios más sueños, ni anhelos, ni dolorosos despertares. Ella era ella y la providencia había enlazado unos caminos escritos mucho antes de nuestro encuentro. Quizá fuimos ángeles y amantes en el pasado, almas gemelas.
Pero cuando más convencido estaba de mi dicha, tropecé con el hombre que la acompañaba. Y, aunque no logré divisar su rostro, sí observé el tono rosado del de ella; y de cómo brillaban sus ojos, esos tan diminutos, cuando le miraba. Su sonrisa era plena cuando él hablaba, y su pecho vibraba bajo la blusa cuando sus manos se rozaban. Entonces pensé que quizá no era yo el protagonista de mis sueños, sino un mero observador. Por eso me alejé de allí.
El tiempo me trajo el arrepentimiento de no haber luchado por mi sueño, de no haber luchado por amor. El arrepentimiento provocó mi desesperación y, de mi desesperación, nació la locura de mi idea. Fue así como contacté con el principal diario del país, y solicité cuanto me costaría pagar la portada de una edición dominical. Fue así como perdí todos mis bienes y ahorros, pero mi carta de amor salió en portada un domingo 23 de abril. Y al final de la misma, una llamada de auxilio.
A los pocos días ella me localizó. Cuando nuestros ojos se encontraron, ella no sonreía. No te quiero me dijo. Y ya no fue necesario que dijese nada más.
Desde entonces no la encuentro en mis sueños, pero sí que la he visto pasear de la mano de él durante las noches estivales. Todavía me entristezco cuando sucede. Pero no porque su amor no me pertenezca, ni porque el destino me haya traicionado de una manera tan vil; mi melancolía responde a que he perdido las ganas de soñar, y con ellas las ganas de dormir; y ya no tengo riquezas con las que pagarme abrazos eventuales que acompañen mis noches de insomnio.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

No creo que tarden mucho en hacer una pelicula de esto, en Jolibud...