Salitre

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Mis nietos me preguntan porque conservo esta vieja botella de cristal verde descolorido. Nunca les contesto, por supuesto; su corta edad les impide comprender que todos arrastramos un lastre de vivencias al que llamamos "nuestra historia". Algún día el tiempo les concederá la suya; será entonces cuando ya no necesiten realizar preguntas semejantes.
Lo que sí les repito una y otra vez es que pueden coger el objeto y jugar con él; que si lo hacen no me disgustaré. Pero ellos parecen procesar una especie de respeto casi devoto, del cual desconozco su naturaleza. Es como si comprendiesen que la botella forma parte de mi vida y que si, al emplearla en sus juegos, llegara a romperse, atentarían contra mi integridad existencial. Nada más alejado de la realidad. Tan solo es cristal al que alguien dio forma una vez; y si cayese al suelo y estallase en pedazos, continuaría siendo cristal. El objeto continuaría manteniendo su esencia, aunque no su forma. Porque ¿qué diferencia existe entre conservar el vacío en un recipiente y permitir que este coexista en el mismo plano?
Nadie puede pretender encerrar la inmensidad de un océano en el interior de un recipiente de vidrio. Nadie, salvo mis nietos; a ellos todavía no les ha atrapado la lógica de los adultos.



2 comentarios:

Jorge Bueno dijo...

Pues juraría que la playa del Prat no huele como esa de la foto.

INA dijo...

Ei RAül, bon redisseny de pàgina!