Amor Verdadero

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Hoy he leído tu carta por última vez; por última porque tras hacerlo la rompí en trece pedazos antes de lanzarla por el retrete. Quizá apretase el pulsador de la cisterna antes de bajarme los pantalones y sentarme sobre la taza; pero este es un hecho que no valoré en su momento y, sinceramente, no se halla en mi lista de preocupaciones actuales.
¿Sabes? Es el primer 14 de febrero que paso alejado de ti en estos últimos cinco años... ¡Todo un consuelo para mi economía! Aun así he puesto ese disco de Sam Cooke que me regalaste durante nuestros primeros meses de noviazgo. Mientras sonaba he danzado desnudo sin preocuparme por correr las cortinas del comedor; creo que la vecina de enfrente, aquella que siempre cocina fritos y sardinas, me ha descubierto en tan alegre actividad. Desconozco el motivo pero eso ha potenciado mi libido, así que he corrido hacia el dormitorio y he sentado mis desnudas nalgas sobre el nórdico que nos regaló tu madre. Al levantar la mirada me he descubierto masturbándome en el espejo que me obligaste a colocar en la habitación; era una imagen bonita... pese a las arrugas, los kilos de más y los calcetines verdes. Y ¿sabes? por fin he conseguido recordar lo que era disfrutar del sexo con amor. Tras eyacular sobre el suelo y mi rodilla derecha, me he acercado hasta mi reflejo y he buscado sus labios con los míos. Nos besamos. Me besé.
Quien sabe, tal vez esta relación tampoco llegue a buen puerto; pero de ser así todo será tan sencillo como romper el espejo. Ese que me obligaste a colocar en el dormitorio.

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